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Violencia política en Guadalajara durante la Guerra Civil

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IMG_20140516_0001Una de las principales novedades en la reciente feria del libro de Guadalajara fue Violencia política en la provincia de Guadalajara (1936-1939) (Aache Ediciones, 2014), obra de Juan Carlos Berlinches, un autor acreditado. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Alcalá, es profesor de enseñanza secundaria y tutor de Historia Contemporánea en el centro de la UNED en Guadalajara. En 2004 ya destacó tras publicar La rendición de la memoria, volumen en el que hace un repaso de la violencia y la represión ejercidas por el bando ganador, un estudio que luego han completado varios trabajos del Foro por la Memoria y otros investigadores.

El libro es muy corto –no llega al centenar de páginas- y se lee en apenas una hora. El autor no dispone de una prosa, digamos, excelsa y hasta se suceden fallos sintácticos y de puntuación. Sin embargo, la obra merece la pena. Un capítulo sobre “la conflictividad social y el camino hacia la guerra” y otro sobre la organización de la “represión republicana” son las áreas centrales en las que Berlinches viene a defender, básicamente, dos ideas: primero, que la tensión social anterior a 1936 hacía presagiar el desastre desencadenado a partir del golpe de Estado del 18 de julio; y segundo, que, desde el 36 hasta el final de la guerra, en zona republicana se registraron atrocidades y se idearon instrumentos de “justicia” destinados a perseguir a los sublevados.

Antes del golpe de Estado, el autor sostiene que “la geografía provincial se va a ver salpicada de incidentes entre seguidores de derechas a izquierdas, numerosos mítines y reuniones van a acabar con la intervención de la Guardia Civil”. Constata la pujanza del Frente Popular (que llega a abrir sedes en Pastrana o Brihuega, “dos sedes romanonistas”) y el nacimiento de la Federación Provincial de Trabajadores de la Tierra en enero de 1936, cuyo primer secretario fue Gregorio Tobajas, redactor de Abril, el periódico del Frente Popular en Guadalajara, y después presidente de la Diputación Provincial entre marzo del 38 y febrero del 39. Tobajas, por cierto, fue ejecutado el 3 de mayo de 1940 en las tapias del cementerio de Guadalajara, junto a otros 19 republicanos represaliados. Antes de ser asesinado, rechazó la conmutación de la pena que le ofreció el tribunal si repudiaba a su mujer e hijos y volvía a ejercer de sacerdote.

El ambiente prebélico, según el historiador, llega a su clímax días antes del “Alzamiento” –así lo escribe- con el asesinato de Francisco Gonzalo, cartero y presidente de la Casa del Pueblo de Sigüenza. Berlinches relata el golpe frustrado de Ortiz de Zárate en la capital, lo que hace que Guadalajara permanezca fiel a la República hasta casi el final de la guerra, y subraya la violencia que se originó en la ciudad destinada a ajustar cuentas con quienes se habían alineado con los rebeldes. La principal fuente del autor en este capítulo es la Causa General, que reseña, por ejemplo, el asesinato del obispo en un paraje entre Estriégana y Alcolea del Pinar. Recibió un tiro y luego su cadáver fue rociado con gasolina.

La batalla de Guadalajara, en marzo de 1937, insufló optimismo a las tropas republicanas. Incomprensiblemente, Berlinches escribe que “no se puede hablar de una contundente victoria de la República desde el punto de vista militar”. Es cierto que la propaganda republicana contribuyó a engordar el mito de Guadalajara en el ideario bélico de este bando, pero la realidad es que las fuerzas nacionalistas, tanto los efectivos de la División Moscardó como los legionarios enviados por Mussolini en apoyo de Franco, quedaron aplastadas en los campos de la Alcarria. El bagaje de la batalla figura en Guadalajara 1937. Testimonios de una batalla (Diputación Provincial, 2007). Los cálculos más realistas hablan de 6.000 muertos y heridos en el ejército republicano y más de 8.000 entre las fuerzas rebeldes. Lo más significativo, en todo caso, fue el dique de contención en la defensa de Madrid que supuso Guadalajara para la República.

Berlinches aborda también en el libro el ajuste de cuentas en las principales calles de Guadalajara y los ataques a iglesias y conventos (San Ginés, San Nicolás y San Francisco en la ciudad). No da cifras sobre las víctimas que ocasiona la represión republicana en la capital provincial, aunque apunta que algunas fuentes hablan de “un millar de muertos”. Califica de secundario el recuento de fallecidos y asegura que “lo verdaderamente importante es que sí se produjeron fusilamientos y asesinatos sin ningún tipo de control o legitimidad legal”.

Distingue entre la violencia en caliente, fruto del ajuste de cuentas ya en plena guerra, y los instrumentos creados por la República para canalizar la administración de justicia en un momento que el historiador califica de “absoluto descontrol”. Así, explica el funcionamiento del Tribunal Especial Popular, en cuyos juicios en algún caso no había abogados defensores aunque los acusados podían defenderse ellos mismos; el Tribunal Especial de Guardia, orientado a juzgar delitos menores; y el Tribunal Especial de Rebelión Militar, que estaba situado en la planta alta de la Diputación Provincial. El investigador analiza el funcionamiento de estos tribunales y expone su aplicación con ejemplos en la provincia, que ilustran la falta de garantías procesales y. Por ejemplo, el que fuera alcalde de la capital, el doctor Pedro Sanz Vázquez, fue acusado por un delito de “subsistencia y acaparamiento”, con penas económicas que oscilaban entre las 1.000 y 45.000 pesetas. La sentencia decía “que el inculpado tenía en su domicilio distintos botes de conserva en número y proporción excesiva para las necesidades familiares”.

Epígrafe aparte merece el asalto a la prisión de Guadalajara y posterior fusilamiento de 282 presos el 6 de diciembre de 1936. El autor basa su relato aquí en el testimonio de Higinio Busons, “superviviente de aquella matanza”, que fue publicado por Nueva Alcarria. Busons consigna que el gobernador civil no hizo nada por evitar estos sucesos y Berlinches añade que la mayoría de los asesinados, religiosos en un porcentaje elevado, ya habían sido juzgados por el Tribunal Popular de Guadalajara.

Merece la pena leer este breve ensayo. Es un estudio documental que aporta luz a un periodo poco estudiado en Guadalajara. Sin embargo, dada su concisión, toda aquella persona que esté interesada en profundizar esta materia debe fijarse en la bibliografía, que aglutina libros y artículos periodísticos fundamentales para comprender –con gran angular- los estragos que la Guerra Civil causó en Guadalajara.

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Violencia política en la provincia de Guadalajara (1936-1939)
Juan Carlos Berlinches Balbacid
Aache Ediciones, 2014
78 págs.

 


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